CANNES.- Atrás quedaron, al menos públicamente, las diferencias políticas . Para él, ella es una "gran amiga". Para ella, él es un "líder mundial". Después de tres años de mantener una relación conflictiva y zigzagueante, la presidenta Cristina Kirchner y su par de Estados Unidos, Barack Obama, ensayaron ayer, en una reunión de 40 minutos, los primeros gestos de acercamiento para recomponer el dañado vínculo.
Ambos dieron el primer paso de lo que esperan se transforme en una relación más "honesta y franca" para solucionar los problemas pendientes, para los que no hubo anuncios concretos. Sólo acordaron que serán ellos dos quienes de ahora en más tendrán más contacto personal, y ordenaron, a sus respectivos gabinetes, según describió la comitiva argentina, que se pusieran a trabajar en los temas en los que persisten las discrepancias.
La Presidenta llegó a la cita preocupada por mostrarle otra cara, más cordial y sin confrontaciones, al líder demócrata. Se la notó tensa en sus palabras iniciales, en las que se trabó dos veces, e insistente por revertir la imagen antinorteamericana que suele emanar de su gobierno.
El último y más resonante conflicto, la novela del material militar incautado en Ezeiza, en febrero pasado, que tras las quejas del propio Obama el Gobierno debió devolver cuatro meses después, pareció haber quedado atrás. "La consideración general del presidente Obama fue dejar de lado todos los problemas del pasado", describió el vocero Alfredo Scoccimarro, ante la consulta de si el líder demócrata había manifestado su queja.
La Casa Blanca no dio ninguna información y Obama partió ayer, antes que Cristina, a Washington. Dio una conferencia para los medios de su país, pero no habló de la Argentina. Los periodistas que siguieron su viaje se limitaron a destacar las palabras conciliadoras hacia Cristina Kirchner.
En momentos en los que la Casa Rosada comenzó a sondear nuevos caminos en la agenda económica en medio de la crisis internacional, Cristina Kirchner anticipó que su gobierno tiene intención de pagar los más de 250 millones de dólares que el Estado debe a dos empresas norteamericanas que ganaron juicios en el Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones (Ciadi). Es más: dejó pasar, sin reclamos, el hecho de que la administración Obama votara en contra del otorgamiento de créditos del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Consciente de que la posición de Estados Unidos es clave para lograr un acuerdo por la deuda con el Club de París, que habilitaría la llegada de inversiones al país, y ante la posibilidad de tener que volver a los mercados financieros si la crisis internacional agota las cuentas estatales, Cristina apeló a un nuevo libreto. "Es un gran honor poder mantener esta reunión con usted. Para nosotros, es muy importante", destacó la Presidenta en la previa del encuentro, en un pequeño salón del hotel Carlton, el más legendario de esta ciudad ícono del cine, donde se hospedaba Obama.
Ambos mandatarios hicieron una corta exposición ante los medios. La Presidenta se concentró en resaltar que a partir de la llegada del kirchnerismo al poder Estados Unidos había logrado una balanza comercial superavitaria gracias a las bondades del modelo. "El crecimiento de la Argentina también ha impactado positivamente a los Estados Unidos", advirtió, siempre en un tono cordial.
"Es una maravilla estar con una gran amiga mía, y una amiga de los Estados Unidos", arrancó Obama, y apeló a las sutilezas para describir que Cristina había manifestado con "pasión" sus posturas en contra del ajuste que había debatido el G-20, en la cumbre que se extinguía anoche y en la que la crisis en la zona euro acaparó todo el debate.
"Esta será una oportunidad para poder hablar de toda una gama de intereses y problemas", apuntó el demócrata, siempre sonriente. Detrás de ellos, sobraban los símbolos. Dos banderas argentinas y dos norteamericanas cerraban la escena para la foto estrechando manos que tanto esperaba la Casa Rosada,
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